La deshumanización del arte de Ortega y Gasset. Reflexiones

08.11.2021

En el artículo de Ortega y Gasset, La deshumanización del arte (1925), se plantea el surgimiento de un arte nuevo, rupturista, que provocará una división entre sus receptores: aquellos que lo comprenden (una élite) y quienes no lo comprenden (la mayoría).

El artículo se inicia con el deseo de diferenciar la nueva música de la tradicional, partiendo de un fenómeno sociológico: la impopularidad de la nueva música. A este fenómeno se aúnan las diferentes artes: poesía, pintura, teatro ... todas tiene su raíz en la misma inspiración biológica. Y es que lo innovador suele ser incomprendido e impopular, tardando un tiempo en ser reconocido. Sin embargo, el romanticismo siempre gozó de una popularidad frente a aquellos que se aferraban al "antiguo régimen" poético.

En cuanto al sentido estético del nuevo arte, se buscará mostrar las ideas de los artistas con respecto a sus vivencias, sin incidir en las emociones o sentimientos (deshumanización). Para poder entender este tipo de obra, es necesario tener cierta sensibilidad artística que se adapte a esa realidad (irreal) del artista. Este entendimiento sería un "arte para artistas".
"El poeta empieza donde el hombre acaba": El hombre siempre se va a dejar arrastrar por sus emociones mientras que el poeta creará un mundo nuevo a través de estas.

A la hora de realizar una obra de arte es preciso considerar las ideas: esas imágenes proyectadas en nuestra mente que nunca serán idénticas a la realidad que nos rodea. Hay que extirpar la naturaleza humana a través de nuevos pensamientos (irreales) con un fin puramente artístico. 

Durante el siglo XIX, los artistas orientaban su obra, casi al completo, en la ficción de las realidades humanas. El romanticismo y naturalismo compartirán una raíz realista. Y quizá, por este motivo, fuera tan popular: estaba dirigido a esa masa que no "veía más allá" del arte. Y es que, según Ortega y Gasset: "para que podamos ver algo y un hecho se convierta en objeto que contemplamos, es menester separarlo de nosotros y que deje de formar parte viva de nuestro ser". Hay una escala de distancia espiritual entre la realidad y nosotros. "En esa escala los grados de proximidad equivalen a grados de participación sentimental en los hechos; los grados de alejamiento, por el contrario, significan grados de liberación en que objetivamente el suceso real, convirtiéndolo en puro tema de contemplación. Situados en uno de los extremos, nos encontramos con un aspecto del mundo - personas, cosas, situaciones -, que es la realidad «vivida»; desde el otro extremo, en cambio, vemos todo en su aspecto de realidad «contemplada».

La deshumanización

Si Debussy deshumanizó la música, Mallarmé haría lo correspondiente con la poesía, como máximo representante del simbolismo: "La poesía es hoy el álgebra superior de las metáforas" y será a través de la metáfora cómo el artista conseguirá evadirse de la realidad. Y, la exaltación extrema de la misma, será el suprarrealismo. Harán uso de este método Ramón Gómez de la Serna, Proust, Joyce, Giraudoux, Morand, etc. Se producirá un rechazo hacia lo humano (asco a las "formas vivas") y del "arte viejo". Y, sin embargo, el arte aún más lejano resulta sinuoso y atractivo, el exotismo salvaje (primitivismo) y lo prehistórico. Quizá porque no se arrastraba el influjo de otras épocas; son corrientes más puras y auténticas. Nada estaba establecido y no había un concepto de las reglas del arte.


Y es que todo artista tiene cierto compromiso con las técnicas y los valores compositivos de otros tiempos. Parece que, si no mostrara esas pinceladas de reminiscencia, no se pudiera considerar arte. Y en este aspecto, entraríamos en un eterno debate sobre lo "políticamente correcto" en el mundo del arte. A veces, ante la suma incomprensión de la obra del artista, lo calificamos como inapropiado o que "no está a la altura" de llamarse obra de arte. Es arriesgado descontextualizarse de esa herencia artística y mostrar otro punto de vista diferente. En este sentido, los artistas emergentes suelen ser grandes incomprendidos y, por lo general, se los suele acusar de corromper el "purismo del arte", que no deja de ser una vuelta hacia atrás, con una mirada ya vieja y cansada. 

Ser artista es no tomar en serio al hombre tan serio que somos cuando no somos artistas (Ortega y Gasset)


Fotograma de la película Muerte en Venecia, Visconti (1971)

Escena final de Muerte en Venecia, Luchino Visconti (1972)


En el siglo XX surgen ciertos cambios sociales y artísticos. El cinematógrafo será no de los grandes inventos, depositando la mirada del espectador hacia el arte corporal. Y el triunfo de los deportes estará relacionado con el triunfo de la juventud y la energía, frente al juicio de la senectud. Y será esa la evasión ansiada, la frescura de lo nuevo y emergente en un periodo donde el arte reflejaba lo meramente humano, lleno de la soberbia del artista, sin más pretensiones.

Esto me recuerda al film de Visconti, Muerte en Venecia (1972), donde la atracción de un escritor de Munich, Gustav von Aschenbach, hacia un joven turista polaco, Tadzio, se hace patente en un escenario idílico, a principios del siglo XX.
Quizá pudiera suponer el inicio de esa ruptura hacia los cánones anteriores y será el ideal nuevo de belleza la frescura y juventud del joven. 

Al final del film, el protagonista representará una escena sobrecogedora, cuando fallece en la playa contemplando al joven, en una atmósfera cálida reflejada en la figura que se pierde entre las olas del mar y un surco de tinte comienza a desprenderse de su sombrero veraniego. En el encuadre se vislumbra la silueta de una antigua cámara de gran formato sujeta en un trípode, otorgando al momento la sensación de pasión eterna, como si fuese una y otra vez capturado por los años que la contempla.

Una película que inevitablemente me recuerda a otro artista por la representación de las figuras femeninas que pasean por la playa.

El movimiento de las telas, los colores y la fugacidad del momento en un aire de cotidianidad, se representa de manera exacta en las pinturas de Sorolla.


Paseo a orillas del mar, Sorolla (1904)

Clotilde en la playa, Sorolla (1904)

Antonio García en la playa, Sorolla (1909)

Fotograma Muerte en Venecia, Luchino Visconti (1972)


Incluso se puede apreciar una asombrosa relación visual entre una de sus pinturas y el protagonista de Muerte en Venecia.

Lo asombroso del film de Visconti (inspirado en la obra de Tomas Mann) es la sutileza poética con la que se desarrollan las escenas. Esa poesía que comentaba anteriormente Ortega y Gasset, necesaria para evitar las banalidades del hombre y mostrar una verdadera obra de arte a través de metáforas visuales. Es una invitación directa hacia la pura reflexión de la belleza bajo el prisma de la naturaleza del arte.

Otro artista que estará influido por Sorolla y al mismo tiempo por la obra de Visconti, será Charris, quien representará en sus ilustraciones la edición de Muerte en Venecia (Edelvives), este concepto. 

Es impresionante como una obra literaria ha podido influir en varios artistas que plasman su visión particular del mismo modo que Ortega y Gasset exponía el ejemplo del enfermo que fallecía antes diferentes testigos: su mujer, el médico, el periodista y el pintor. Cada uno de ellos vivirá la escena de una manera diferente en función de su acercamiento emocional hacia la misma. En este caso, tres artistas diferentes han sabido tomar distancia, evadirse, para reflejar ese arte que se desliga de todo lo "políticamente correcto" del romanticismo, para abrirse paso hacia la pura poesía en pinceladas y en movimiento.
En concreto, este autor, también representa en sus obras ese sentimiento hacia el primitivismo y expone una crítica eurocentrista, en la que se ve corrompida, a través de la evolución que comentaba en la pregunta anterior y esa pérdida de los valores más antiguos del ser humano. 


Ilustraciones de Charris para el libro Muerte en Venecia (Edelvives)


Es su trabajo más actual y el que no deja de fascinarme. En la primera pintura vemos cómo un turista llega a la Isla de Pascua. Casi ocupando todo el encuadre, un avión y de forma muy sutil, el único simbolismo que nos revela dónde nos encontramos: los moais. El espacio es devastador, asfalto, una luz dura que nos sugiere un Sol y calor inmenso. Evidentemente, se hace patente el intrusismo y la invasión de un espacio que nos evoca al principio de lo primitivo, ya alterado.

En la siguiente imagen podemos recordar las pinturas de las Señoritas de Aviñón de Picasso, mediante las máscaras que enmarcan la escena cotidiana de una cafetería. Nuevamente la contraposición de lo primitivo y tribal, fundido en una escena banal, en la que un espacio público reúne transeúntes que van y vienen, dando la espalda a las máscaras y figuras primitivas, mirando hacia otro sentido mediante conversaciones efímeras. 


Aeropuerto, Charris, 2015

Beachcomber,Charris, 2015


Retomando el artículo de Ortega y Gasset, el arte del siglo XIX fue impopular por muchas razones, las más evidentes son esa unión y representación de lo meramente humano, sin ahondar en otros conceptos y por supuesto, carentes de metáforas. Hegel ya habló sobre la muerte del arte y reivindicó el concepto de símbolo. Éste, podía estar sujeto a tres manifestaciones: cuando prevalece la forma sobre el contenido y resulta difícil descifrarlo (el artista se movía por su propia naturaleza), cuando la forma y el contenido están equilibrados (clasicismo) y cuando el contenido prevalece sobre la forma (es complejo descifrar el significado del símbolo). Y en relación a estos dos autores, en 1963 Umberto Eco escribió un artículo titulado Dos hipótesis sobre la muerte del arte, en el que extraigo las siguientes palabras que tienen relación con todo lo expuesto hasta el momento: 

«...Incluso en el caso de que un modelo estructural surja en nuestra relación de disfrute de la obra y se presente como el valor primario realizado y comunicado por la forma, la obra realiza su pleno valor estético en la medida en que la cosa formada, disfrutada en cuanto tal, añade algo al modelo formal (y, por consiguiente, la obra se presenta como formación concreta de una poética). La obra es algo más que la propia poética, en la medida en que el contacto con la materia física, en el que la poética se concreta, añade algo a nuestra comprensión y a nuestro placer» (Ortega y Gasset)

Y, llegados a este punto, retomaríamos el concepto de  Ortega y Gasset donde reflexiona sobre el conocimiento puro. Sería, entonces la obra "esa poética de metáforas" que ha de llegar al receptor, yendo más allá de lo humano, pero al mismo tiempo, un conocimiento que adquirimos de manera nueva, otorgándonos placer al contemplarlo, escucharlo, sentirlo y vivirlo.

En cuanto a las manifestaciones artísticas actuales por las que actualmente siento mayor interés - y de las que interpreto que no todo el mundo está sensibilizado para entender o apreciar - son las performances. En concreto, el trabajo de Marina Abramovic es pura poesía.

El concepto de arte en este sentido es completamente efímero, sujeto a un profundo factor de improvisación - no hay un plan establecido - y del que puede surgir un resultado imprevisto. Además, es un continuo reto de las emociones, miedos, frustraciones de la artista que presenta de forma directa a su público, el cual estará a la expectativa de lo que se acontece.

En la primera imagen vemos un fotograma de la performance Rest Energy (1980) en la que Abramovic está junto al artista y fotógrafo Ullay, con quien también tenía una relación sentimental. En la performance, él sujeta una flecha mientras tensiona el arco, apuntando hacia el corazón de su pareja.La fuerza de sus cuerpos mantenía la tensión y a su alrededor, había micrófonos que grababan la aceleración de sus pulsaciones y el ruido del arco en su esfuerzo por no dejarse ir.

Otra de sus famosas performance será Imponderabilia (1977) donde esta pareja se desprende de sus ropas y se quedan en el marco de la puerta de su exhibición, frente a frente, en un espacio muy reducido por el que los asistentes tendrán que acceder, provocando una situación de tensión, incertidumbre y ruptura con lo "políticamente correcto". El acercamiento y el roce con los desconocidos será inevitable.

Todo el trabajo de estos artistas superará los límites establecidos, llegando incluso al desmayo en una de sus intervenciones tras estar durante diecisiete minutos aspirando y expirando el aire en la boca del otro mediante un beso que acabó con todo su oxígeno. 

Su performance The artist is present (2010) será la que más al límite la lleve en tiempo de acción, ya que durante dos meses y medio y durante un periodo de 716 horas, estará sentada en una sala del museo del MOMA, invitando a los espectadores a sentarse frente a ella en el tiempo que deseen, sin dejar de mirarse, manteniendo silencio. Cuando este es tiempo termina, ella cerrará los ojos y cuando un nuevo espectador se siente ante ella, los volverá a abrir. Las reacciones podían ser muy diversas pero lo realmente impactante de esta performance fue que, tras veinte años sin ver ni saber nada de su compañero laboral y sentimental, lo vio de repente sentado frente a ella. El último recuerdo que ambos mantenían fue ese abrazo que años atrás se dieron en aquella despedida en la muralla China.

En definitiva, este tipo de manifestación artística me llama la atención por la autenticidad del momento y, al mismo tiempo, su fugacidad.

Destaca su performance en solitario, Rhythm 0 (1974), en la que se presentó a grupo de espectadores durante seis horas en las que no se movería en absoluto, sin importar lo que sucediera. En una mesa expuso 76 objetos que se podían usar de manera pacífica o destructiva: flores, cuchillos, plumas, cadenas, una pistola cargada...

Les invitó a usar los objetos como ellos quisieran. Al principio del experimento, todos usaron los objetos más pacíficos, pero poco a poco la violencia comenzó a formar parte de la performance: le rompieron la ropa, le colocaron espinas de rosas por su estómago y hubo un espectador que directamente apuntó hacia su cabeza con la pistola cargada. Otro espectador evitó el disparo.

La ruptura de Marina y Ullay, tras diez largos años de performances y amor, también fue a lo grande. En The lovers: The great Wall wark, caminarán en diferentes extremos de la muralla China para encontrarse justo en la mitad del camino y fundirse en un abrazo de despedida. A partir de este momento, Marina Abramovic comenzará plenamente su andadura en solitario y su trabajo se potenciará hasta establecer nuevos retos para su cuerpo y su alma. 

Todo puede ser alterable en cuestión de segundos y los resultados dependen no solo de la actitud de la artista, sino del público que comprende la obra y reacciona de una manera u otra ante la misma. La reacción tendrá que ver con un conocimiento previo elaborado y las emociones personales e intrínsecas de cada uno, que llevarán a diferentes interpretaciones, incluso acciones ante la misma obra.

Sin duda, un tipo de arte que no suele ser considerado como tal y más bien está relacionado con un estudio de la sociedad que, al fin y al cabo, representa el concepto pleno del arte ante el rechazo o la aprobación de un público, que en la gran mayoría (como define Ortega y Gasset) no está preparado para entenderlo y solo un público más selecto llegará a conectar plenamente con la muestra artística, integrando nuevos conocimientos en su ser. 


¿Te gustaría profundizar más en este tema?

Te recomiendo que veas los siguientes documentales y películas:

  • Muerte en Venecia (1972), Luchino Visconti
  • "El chico más bello del mundo" (2021) de Kristina Lindström, Kristian Petri
  • Marina Abramovic: La artista está presente (2012)

Marina Serrano

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